Hoy leemos otra historia publicada en ABC que refleja al detalle el motivo por el cual algunos desaprensivos insisten en seguir el camino de la política. Se trata del listado de los 14 cargos que ejerce Ana Hernández Bonancia, la mujer de José Montilla, en todo tipo de empresas públicas y privadas. No sabemos cuántos de dichos cargos serán remunerados, pero lógicamante ahora la susodicha, o su marido, deberán mover ficha y levantar el velo sobre este asunto de "presunta" corrupción, por cierto, según la reciente encuesta del CIS, uno de los temas que más preocupa a los españoles en este momento incluso por encima del terrorismo.
Vamos de mal en peor y en nada mejora la situación por el hecho de que nuestros actuales ministros hayan desvelado sus bienes patrimoniales, lamentablemente no es más que una pantomima que francamente sólo les desacredita. Incluso los mas torpes saben que los activos patrimoniales pueden ocultarse, como hacen los empresarios de todo el mundo, poniéndolos a nombre de mujeres, queridas, hijos o testaferros.
Esta es la foto del apartamento y que junto con su chalet de las Rozas en Madrid se compró con su modesto sueldo de Secretario de Organización del PSOE. Recordemos que eran 6.000 euros mensuales de los cuales 2.000 ya sólo se iban en pagar los recibos del elitista colegio de Pozuelo al que mandaba a sus hijos.
¿Y cómo es que el PP no tira del hilo?, pues porque ellos utilizan el mismo sistema para ocultar el patriminio y las prebendas a sus conyuges. Ya hemos visto a qué se dedicaba la señora de Camps en su farmacia; parece ser que era la versión actualizada del aquel famoso despacho del hermano de Alfonso Guerra, conocido como el hermanísimo.
Está claro que nuestro sistema político necesita una reforma profunda, muy profunda, si queremos que los ciudadanos se involucren de verdad en la gestión de su propio futuro. En mi opinión esa reforma pasa por la reducción gradual del "colectivo político" hasta su mínima expresión; por optimizar la administración con la implantación de nuevas tecnologías; y por la centralización de determinadas competencias, me da igual que se centralicen en Barcelona, Bilbao o Madrid con tal de que la administración decidiera al final coger el toro por los cuernos y desplegar de una vez por todas una auténtica administración electrónica. Pero ese ya es otro asunto.